En busca de la identidad por Mayte Navarro

El arte es expresión. En cada pieza creada se puede leer no sólo un mundo de estética, sino que también habla de una concepción particular de su propio universo, de lo cotidiano, miedos, sentimientos, creencias… La artesanía forma parte del arte y a través de las auténticas piezas artesanales podemos conocer la historia de una sociedad.

Actualmente la artesanía ha dejado de ser una disciplina menor y no sólo recobra su importancia como testimonio sino que también se incorpora a lo utilitario, siempre que este trabajo se presente como algo auténtico y no como un producto simplista, sin historia y que tenga como único objetivo lo comercial.

La moda se ha dado a la tarea de rescatarla, asumirla y mostrarla. Por otra parte, se ha despertado un interés en ella, no sólo para preservar la tradición sino para reinterpretarla y sumarla a las tendencias.

En Medellín se llevó a cabo la octava edición de Expoartesano La Memoria, que se realizó en la zona de exposiciones de Plaza Mayor, con un llamado a respetar la naturaleza y mostrar a esos personajes que conservan el ADN de la cultura colombiana.

Por allí desfilaron los tejidos de fibra de chocolatillo convertidos en cestas, zarcillos, mochilas y abanicos estampados con figuras ancestrales. La filigrana de Santa Fe que desarma a aquellos que opinan que el trabajo artesanal es demasiado simple.  Acá se observan verdaderas piezas de joyería de intrincado tejido e inspirados en la naturaleza.

Otras piezas que merecen aplausos son las elaboradas por las mujeres de la etnia gunadule, quienes bordan sobre algodón figuras geométricas y de animales. La tradición les permite comenzar a tejer después de su primera menstruación. Algo similar sucede con las mujeres tejedoras wayúu, que después de someterlas a un largo aislamiento, aprenden a tejer y terminan emulando a Wale’ Kerü (la araña), ese ser mitológico que les regaló los secretos del tejido a su pueblo.

Celvina Ramírez es un buen ejemplo del pulcro trabajo del tejido de la palma de iraca en Acevedo, Departamento del Huila, cuyos sombreros se presentaron en Expoartesano. Ella aprendió con su bisabuela esta  tradición que se remonta a la mitad del  siglo  XIX  cuando las prendas  tejidas  con ese  material  se consideraban  fundamentales dentro  del vestuario  de  los colombianos.  A sus 70 años, Celvina continúa haciendo sombreros.

Junto a estas creadoras autodidactas se encuentran las nuevas diseñadoras, una de ellas es Adriana Santacruz, quien aprovecha el tejido precolombino y lo convierte en inspiración y esencia de su trabajo. Ella ha mezclado esa labor artesanal indígena con sus ideas contemporáneas del diseño. Las piezas firmadas por Santacruz se caracterizan por un colorido especial, tienen una historia que depende de la etnia autora de los textiles. Trabaja con tejedores de Tufiño, en la frontera entre Colombia y Ecuador. También utiliza materiales procedentes de otros pueblos latinoamericanos. Su colección más reciente se llama “Cueche”, que en lengua quechua significa arcoíris.

Por Mayte Navarro 

Mayte Navarro
Periodista, amante de la moda, los animales, el cine, los libro y de todo aquello que produzca placer. Lo efímero es un ejercicio
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