Consecuencias de emprender sin planificar

emprender sin planificar

La falta de planificación es una de las principales causas del fracaso de los emprendimientos y las empresas en general, grandes y pequeñas. Emprender sin planificar tiene varias consecuencias.

Algunos emprendedores planifican con esmero el inicio de sus negocios. Pero luego le dedican poco tiempo a la planificación de sus actividades, lo que origina dificultades de organización y gestión que ponen en riesgo sus proyectos.

Planificar con antelación los objetivos y detallar en un plan las tareas necesarias para lograrlos, no garantiza el éxito de un emprendimiento, pero reduce sustancialmente las posibilidades de errores, fracasos, conflictos y estrés.

No planificar conlleva a debilidades importantes

Es posible que en el corto plazo no se noten los efectos de la falta de planificación. A lo mejor solo se traduce en pequeños tropiezos de poca importancia aparente.

Sin embargo, a la larga, muchos pequeños tropiezos tienden a convertirse en una gran bola de nieve.

Es preferible fallar al planificar y tener que reajustar el plan, a no planificar e ir “resolviendo” sobre la marcha, lo que casi siempre resulta más costoso.

Muchos empresarios y gerentes trabajan pensando que no les hace falta tanta planificación. Pero siempre tienen constantes dolores de cabeza con sus negocios.

Creen que la planificación es un ejercicio teórico poco productivo, o que sólo se trata de tener control de las operaciones y es imposible controlarlo todo. Por lo tanto, no se puede “planificar demasiado”.

En realidad, posiblemente no tienen un concepto apropiado de lo que significa planificar.

Angustia y preocupación constante

La emoción de enfrentarse a lo desconocido, improvisando, nos eleva los niveles de adrenalina en el cuerpo y puede llegar a ser adictivo.

Esa sensación de lucha produce un estrés positivo que nos proporciona energía extra. Nos ayuda a estar más alertas y tener los sentidos más despiertos.

Sin embargo, la falta de plan siempre origina angustia y preocupación. Y ese estrés continuo por mucho tiempo en nuestro organismo puede enfermarnos.

Por ejemplo, después de tantos meses de pandemia y restricciones, es lógico que muchas empresas y trabajadores se sientan muy agotados, especialmente desde el punto de vista emocional.

La falta de plan genera descontrol de horarios

Si no hay planificación o la que hay es deficiente, sabes cuándo empiezas el proyecto, pero no cuándo lo terminas.

Cuando no se tiene un plan, se busca resolver todas las tareas que surgen en el día, sin un orden y con pocos criterios para establecer prioridades. Las actividades se vuelven atropellantes.

Al estar improvisando se nos hace más difícil estipular el tiempo que necesitan los proyectos y las tareas. En consecuencia, nos recargamos de trabajo porque sentimos que debemos terminar cuanto antes todo lo que comenzamos.

Trabajar horas extras puede ser rentable en un momento dado, pero no es un sistema de gestión laboral que sea sustentable por mucho tiempo.

El emprendedor o el gerente pueden aguantar un poco el descontrol de su calendario de actividades. Pero para los miembros de sus equipos puede ser una pesadilla.

La falta de plan también nos desequilibra la vida privada

La buena planificación implica tener buenos hábitos para organizar y realizar cualquier trabajo. De manera que su ausencia en el trabajo también se nota en la vida privada.

Los hábitos de planificar también son el fruto de un plan de aprendizaje, igual que sucede con la salud o la estabilidad económica, no ocurren automáticamente.

Los emprendedores saben que la falta de planificación también se traduce en menos tiempo con los seres queridos, así como la ausencia de vacaciones y días para el indispensable descanso.

Inclusive, pasar un buen momento con los amigos requiere de un mínimo de planificación. De lo contrario, la improvisación puede resultar muy costosa y decepcionante.

También nos cuesta conflictos personales

Son muy comunes los malos entendidos y el re-trabajo por la falta de planificación.

Podemos saber cómo queremos que quede un proyecto. Pero si improvisamos todo el camino para llevarlo a cabo, se nos hará más difícil comunicarnos con las personas cuya ayuda es indispensable para lograr los objetivos.

Más temprano o más tarde, esas dificultades de comunicación se convierten en conflictos personales, porque la falta de plan genera mucha incertidumbre y frustración en los colaboradores.

Cada quien en el equipo intentará abordar el trabajo a su manera. Sin el debido plan es más difícil coordinar diversas labores, y tener que repetir el trabajo por eso, suele molestar.

Los involucrados terminan sintiendo que no hay dirección y no les gusta sentir que son responsable de un trabajo que no ha sido planificado.

Los jefes terminan recargados de trabajo

Al no poder coordinar bien al equipo, el empresario y el gerente terminan recargados del trabajo que otras personas podrían hacer.

Lo escucho con mucha frecuencia: los emprendedores sienten que no reciben suficiente ayuda de los miembros de sus equipos. Pero también les cuesta ver que es por falta de planificación y por no involucrar a los empleados en el plan.

Siempre terminan sintiendo que, si la tarea no la hacen ellos, más nadie la puede hacer o la hará bien. Un camino que los lleva a aislarse del equipo y a tener que trabajar más de lo necesario.

Estar la mayor parte del tiempo atendiendo tareas urgentes y situaciones imprevistas, deja poco espacio para la reflexión y el análisis. Pasar el día “apagando incendios” no da oportunidad para diseñar estrategias que generen más rentabilidad.

Las crisis suelen hacer que florezca la creatividad de la gente. Pero el desorden continuo por falta de planificación también sabotea la creatividad y la innovación. Lo que a su vez lleva al estancamiento de la productividad y el crecimiento del negocio.

Sin un plan es muy difícil evaluar el proceso de trabajo

No se puede mejorar una labor que no se mide.

Medir el desempeño del trabajo nos proporciona las referencias necesarias sobre lo que necesitamos mejorar para que las cosas se hagan de mayor calidad, en menos tiempo y con más rentabilidad.

Imagina que determinas que un trabajo se debe hacer en 2 horas, pero no lo planificaste. ¿Cómo puedes saber qué pasó si el trabajo tomó 8 horas? ¿Cómo determinar lo que necesitas mejorar para que se haga en 2?

Sin planificación es prácticamente imposible medir cómo vamos en el camino hacia nuestros objetivos.

No medir es como manejar un automóvil sin el reloj del combustible. No solo nos hace manejar con mucho estrés, sino que es más factible accidentarnos en el camino.

El mayor riesgo es no lograr los objetivos y perder dinero

Por supuesto, hay diferentes tipos de planes y unos son más complejos que otros. Pero en todos los casos, comenzar un trabajo sin un mínimo de planificación pone en riesgo lograr los objetivos.

Si no se hace el trabajo, de acuerdo a lo que se prometió al cliente, seguro perderemos dinero: el cliente no nos pagará por no cumplir y gastaremos recursos en vano.

Pero hacer el trabajo tampoco es suficiente. Hay que hacerlo en un tiempo óptimo, de manera que sea rentable. De lo contrario, las ganancias se desvanecen si nos tardamos más de lo que debíamos.

Además, tardarnos demasiado traerá como consecuencia que los competidores nos quiten clientes y oportunidades de negocio.

La planificación siempre debería ser tendencia en los emprendimientos.

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