¿Es la filosofía un saber inútil?

Merlí es el nombre de la serie hablada en catalán, de tres temporadas y 40 episodios que se estrenó en la Televisora de Cataluña (TV3) en septiembre de 2015, y posteriormente dio el salto a la plataforma Netflix, a finales de 2016, alcanzado un éxito incuestionable en muchas partes del mundo. Lamentablemente por ahora no hay noticias de una cuarta temporada.

La serie nos habla de los esfuerzos de un profesor de bachillerato en enseñar el pensamiento libre, del mundo de la enseñanza de la filosofía a los adolescentes, una materia que aparenta no servir para nada y que no ofrece una demanda clara en el mercado laboral.

La serie vincula la filosofía a cuestiones de actualidad, que no sólo afecta a algunos estudiantes sino a toda la sociedad y explora cómo la filosofía, y en general todas las materias humanistas, deben reinventarse ya que están muy desprestigiadas en nuestros días. Hay que replantearse esa tradición que existe de formar alumnos solamente bajo las asignaturas científicas y técnicas, ya que su finalidad en la sociedad es y será nada más que el ciclo de producir, vender y producir otra vez.

Esto quizás sucede porque la filosofía es considerada una asignatura incómoda para los alumnos, pues los obliga a reflexionar, a criticar y a analizar por ellos mismos. A tener un espíritu crítico y un criterio propio que permita cuestionar todo lo que les venden. Más que dar respuestas, los pone a hacerse preguntas, a ser activos, no pasivos, a ser sujetos pensantes que se cuestionen todo. Eso en la sociedad capitalista actual es cada vez más incómodo: no interesa que la gente piense demasiado.

Su protagonista, Merlí Bergerón (interpretado por el actor catalán Francesc Orellá) es un profesor de filosofía, un cincuentón provocador, diferente, crítico, algo bohemio, irónico, rebelde y contestatario, con muchas virtudes y defectos. Bergerón está muy lejos de ser un personaje políticamente correcto, pero si está muy cerca de sus alumnos a los cuales seduce y encanta. Su palabra se convierte en una magia capaz de transmitir el entusiasmo innato por la filosofía (que puede estar dormido en la mayoría de los adolescentes) y la necesidad filosófica de preguntarse el propósito de la vida y cuál es el sentido de todo lo que nos rodea. El personaje principal no se parece en nada al de Robin Williams en la película “La Sociedad de los Poetas Muertos”. Su personaje puede caer antipático, es arrogante, complicado y egoísta, pero a la vez es un maestro que sabe transmitir sus conocimientos, la pasión por aprender y el deseo de vivir.

Él los invita a revisar lo que aparentemente es incuestionable, como por ejemplo, la relación entre una sobreprotectora madre soltera y su hijo; la sexualidad libre; la decisión de un padre sobre su hijo a seguir su misma carrera; la falta de recursos económicos en una familia que obliga a un hijo a dejar de estudiar para salir a trabajar; la homosexualidad; el bullying; el miedo al «qué dirán»; el desempleo; el miedo de un adolescente sin padre a enfrentarse al mundo; a la muerte de los mayores, entre otros. Estos temas, bastante actuales, son tratados con desparpajo, naturalidad, sin prejuicios, planteando siempre la posibilidad impostergable de cuestionarnos sobre la manera en que algunos profesores tradicionalmente tratan de preparar a los alumnos de una forma inútil para enfrentar un mundo que los rodea, un mundo que cambia vertiginosamente.

Dice Merlí: «Cuestionen todo, háganse preguntas, generen debate».

La realidad, pienso yo, es que estamos bastante adormitados. Todo el tiempo se nos habla de ser críticos, de la necesidad de opinar, sobre todo, incluso sin tener conocimientos, pero, ¿nos cuestionamos las ideas que se dan por ciertas? ¿Tenemos el valor de preguntarnos qué estamos haciendo para formar a las nuevas generaciones? ¿Cómo se plantea hoy la relación entre los profesores y los alumnos o los padres y los hijos? ¿La actualidad es lo que importa o necesitamos educarnos con otra profundidad que nos permita sostenernos en el tiempo? Habilidades, competencia, rendimiento, ser el mejor, son palabras que gobiernan la educación de hoy en día. La serie muestra una manera creativa de romper las reglas, pero sin perder «el amor”, al contrario, lo coloca como centro de la vida, del todo.

Merlí llama sus alumnos de bachillerato «Los peripatéticos«, como se llamaban los discípulos de Aristóteles. Ellos viven lo bueno y lo malo de la adolescencia: el despertar al amor, las fiestas desenfrenadas, el sexo y las drogas, la individualidad, la amistad, las traiciones, el estudio, la familia, la incertidumbre sobre lo que deparará el futuro y el no tenerle miedo a nada. Los invita a plantearse todo, porque la filosofía es así y está en todo.

Cada capítulo plantea la pregunta de un filósofo: Platón y su idea del amor; Maquiavelo, quien consideraba que el poder del estado está por encima de todo; Schopenhauer, quien cuestiona al hombre por ser capaz de hacer daño y corromperse; Hegel y el concepto de la relación amo y esclavo; Nietzsche y la muerte de Dios; Aristóteles, y la felicidad como una actividad, una finalidad y no como un estado; Foucault, que cuestiona qué es lo normal o lo anormal en cada sociedad.

Como serie escolar, tampoco estamos ante la típica serie de colegio en la que los guionistas buscan llamar la atención con sucesos espectaculares. Los problemas de los muchachos son actuales y están resueltos sin esa “cursi moral” ni exceso de dramatismo. La corrección política no estropea su veracidad. Se plantea la evolución del sistema educativo, el cual debe cambiar en el contenido y en las formas. Los profesores tienen que esforzarse en enseñar sus asignaturas de una forma más estimulante, más creativa y más motivadora para los alumnos.

Estamos en un ciclo de retroceso en el mundo, y esto lo que hace es excitar las ideas primarias como la xenofobia, el racismo y el sentirse superior al otro. Hay que combatirlo y hacerlo con filosofía, con una educación integral y humanística. Estamos cada día más ocupados en tener y no en ser, en consumir y no crear, y las consecuencias se están viendo: una crisis inmensa de valores.

Héctor Lozano, el creador de la serie, dice haberla escrito porque le hubiera gustado verla en su adolescencia: «Quería que fuera una serie que me hiciera pensar y me divirtiera al mismo tiempo, que me ayudara a tomar decisiones, que me hiciera poner en duda algunas cosas, que me ayudara a no sentirme distinto o, al contrario, a valorar la diferencia».

Todos los actores, tanto los adultos como los jóvenes, están estupendos, naturales, cercanos, perfectamente retratados, creando un ambiente tan real, rara vez conseguido cuando se trata de reflejar el mundo de la educación. Si a esto le sumamos una interesante banda sonora (el tema central es de Rimski-Korsakov) la perfecta escritura de los diálogos y tramas (el hecho de hacer en cada capítulo un filósofo y a partir de las reflexiones de estos pensadores trabajar un tema concreto), combinar humor con temas más serios y dramáticos, hacen que se garantice el éxito absoluto, demostrando además, que no es imprescindible recurrir a las típicas fórmulas de siempre para llegar al público y que cuando los medios de comunicación no intentan adoctrinar, son mucho más eficaces.

Entonces, ¿es la filosofía un saber inútil? Definitivamente no. Después de que veamos Merlí, entenderemos mejor los conocimientos filosóficos que nos ayuden a reflexionar sobre la vida, poner patas arriba todo lo que damos por sentado, prepararnos para asumir las contradicciones, afrontar las adversidades y reírnos de ellas.

«Que las cosas sean de una manera no quiere decir que no se puedan cambiar», decía Merlí Bergerón.

 Esto es una forma de volver a la esencia. ¡Tal vez llegó el momento de empezar a hacerlo!.

Antonio Vasco
Comunicador - Locutor - Diseñador Gráfico
TendencyBook