4 frustraciones que todo amante del vino sufre (y cómo manejarlas)

frustraciones de los amantes del vino

No importa si es gente que no ama el vino como tú o botellas que abres a destiempo, si eres amante del vino estás expuesto a estas frustraciones y aquí las comentamos y te decimos cómo puedes manejarlas:

  1. Descubrir que no a todo el mundo le importa el vino tanto como a nosotros. Es una realidad. Hay gente para la que sólo existe el «vinito» y «dame otra copa, que se deja colar». Realmente no tienen interés en la altitud del viñedo, la amplitud térmica y la forma de recolección, menos aún en la procedencia de las barricas. Están totalmente en su derecho pero uno sufre tomando vino con ellos y mientras más se apasiona uno, más ofendido se siente cuando aparecen. ¿Cómo lo manejamos? Es preferible optar por otras bebidas o cocteles cuando se comparte con estas personas, tratar de «evangelizarlos» sólo aumenta la frustración.
  2. Abrir una botella de colección demasiado temprano o demasiado tarde. Una de las etapas «avanzadas» de ser un amante del vino es comenzar a comprar algunas botellas que tienen potencial para practicar la ardiente paciencia de la guarda. Seguramente pensamos más de dos veces antes de comprarlas porque suelen ser costosas, revisamos toda la información disponible, posiblemente proyectamos algún acontecimiento futuro que amerite un descorche como el que propone la botella que estamos evaluando hasta que nos decidimos y la compramos. Luego, como en un ritual, la llevamos a la vinera o al gabinete donde debe aguardar su turno para el descorche. Pasan los meses. Años. Llega efectivamente la fecha para la que la habíamos reservado o antes, en un arranque de alegría inesperada la descorchamos o pasa la fecha que habíamos previsto, sustituimos por otra botella y la otra queda esperando su turno. Descorchamos, servimos y cruelmente la nariz suele ser la primera en avisarnos. A veces al no sentir nada con lo que presentimos que hay un vino muerto o al sentir esas desconcertantes notas de fruta mal cocida o de bayas agrias. Probamos y confirmamos nuestras sospechas. El vino no estaba en su momento: estamos antes o después. ¿Cómo lo manejamos? Si estamos antes podría decantarse un rato o degustarlo e imaginar lo que hubiera sido si lo hubiésemos dejado madurar. Si sus mejores años están atrás con ese vino no es bueno ni siquiera cocinar, apenas quedaría la moraleja de que sólo la mezcla de información de revistas especializadas, ficha técnica de la bodega e intuición nos puede decir cuándo vale la pena abrir un vino y que aferrarse a cualquier botella es más de coleccionistas que de amantes del vino.
  3. Descubrir que hay vinos de puntajes alto que no nos gustan y vinos con puntajes más modestos que nos fascinan. Aquí habría que recordar la implicación que suelen tener los puntajes en los precios, y hay pocas cosas más frustrantes que dejarse llevar por Robert Parker, James Suckling, Jancis Robinson o Patricio Tapia y descubrir que no apreciamos igual que ellos determinado vino que al final sólo compramos por su recomendación. No hay duda de que es bueno conocer las reseñas y puntuaciones como punto de referencia inicial, sino es muy fácil sentirse abrumado frente al anaquel y el simple empirismo de tomar botella de vino tras otra para desarrollar un gusto propio suele ser ineficiente y costoso. Sin embargo, esta información es sólo el comienzo de la historia, el paladar de cada uno de nosotros tiene un perfil específico y al final nos gusta lo que nos gusta y a veces estará en sintonía con los grandes críticos y a veces no. ¿Cómo lo manejamos? En lugar de dejarnos llevar por medallas en las botellas o el comentario de un crítico se pueden revisar páginas como Wine Searcher que ofrece un puntaje promedio para la mayoría de los vinos que abarca las principales publicaciones y, si están disponibles, links para que revises directamente la reseña, así no confías en un solo paladar.
  4. Aceptar que hay cosas que siempre has pensado del vino que son simples prejuicios. Tal vez en un momento de tu vida juraste que nunca más tomarías vino producido por la grandes bodegas porque son sólo empresas dedicadas al marketing y le han robado el alma al vino. Hasta que un día llegas a una reunión, te ofrecen un vino sin mostrarte la botella, lo pruebas, te encanta, te deshaces en halagos y explicaciones de sus virtudes y al traerte la botella te das cuenta que lo producen esos oscuros enemigos contra los que tenías una cruzada. Puede ser que hayas hablado mal de las barricas, de los vinos de Nuevo Mundo, de la sobre maduración de las uvas, la maceración carbónica o de cualquier otro detalle que se convierte en un tema controversial y que cuando tomamos partido frente a él nos sentimos conocedores. El problema es que el vino tiene una magia especial y siempre hay una posibilidad de que de esos que tanto criticas haya una etiqueta que esté esperando por sorprenderte. ¿Cómo lo manejamos? Recuerda que estás en esto por el profundo placer que sólo una copa de vino puede dar: ¿qué importa estar equivocado si lo estás disfrutando? Eso sí, recuerda que esos arranques de fanatismo casi siempre terminan de la misma manera, no te vuelvas un terroirista por mucho que te guste el terroir.
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