¿Conoces la historia de las hombreras?

Nuestra indumentaria no solo es una manera de protegernos, estar cómodos o proyectar un estatus determinado. Las hombreras son ese volumen en los hombros que ha sido amado por muchos y odiado por otros. Hoy las llamamos Puffy Shoulders’ pero, ¿De dónde viene esta tendencia?

En el siglo XV empezaron a destacarse ciertas partes del cuerpo sobre todo los miembros de las clases altas renacentistas. Su objetivo era destacar ante la sociedad y diferenciarse de los plebeyos, prendas que recalcaban los hombros eran muy utilizadas para recalcar la virilidad masculina, así exponían su poder adquisitivo ya que los tejidos utilizados eran decorados y ornamentados. Al exponer sus hombros enviaban un mensaje claro de seguridad, protección y grandeza.

¿Conoces la historia de las hombreras?

No fue hasta el siglo XIX cuando surgen las hombreras como las conocemos hoy en día y fue como protección a los jugadores de fútbol americano de una lesión. Para 1890 nace la primera versión de hombreras individuales que iban cosidas a la ropa y eran hechas de cuero. Fueron creadas de manera individual para poder ser cosidas a los jersey o camisetas y eran piezas muy raras para la época.

Su gran salto evolutivo se da en los años 30 cuando la moda femenina se vio ‘militarizada’ gracias a las guerras que se vivían en el momento, así que el uso de chaquetas y chalecos no era extraño. Muchas mujeres viudas tuvieron que salir a trabajar y empezar a mezclarse en un mundo de hombres por lo que buscaban infundir respeto a través de la indumentaria.

¿Conoces la historia de las hombreras?

Las hombreras empezaron a usarse entonces para añadir más volumen a las espaldas femeninas y darle más aspecto varonil a su imagen. Generalmente las almohadillas eran usadas debajo de los vestidos y sacos por encima de los hombros, resaltando la cintura de la mujer creando un triángulo.

La diseñadora italiana Elsa Schiaparellli fue influenciada por el impresionismo y vio el potencial de esta tendencia e incluyó en 1931 las hombreras en sus diseños. Al año siguiente la actriz Joan Crawford las lució en la película Letty Lyton. A la súper estrella de la cadena MGM no le gustaban sus hombros, por eso su diseñador de vestuario probó diferentes maneras de solucionar el área problemática y comenzó a rellenar los hombros de sus vestidos para exagerar en lugar de ocultarlos. Adrián, el encargado del estilismo de Crawford, dejó los estudios MGM para lanzar su propia línea de ropa, por supuesto, con hombreras.

Luego en la segunda guerra mundial, hacia finales de los 50, las mujeres vuelven a querer figuras más suaves y se enfocan en remarcar la cintura al estilo Dior. Para la década de los 70 regresan las hombreras de la mano de diseñadores como Ossie Clark y Barbara Hulanicki pero fue el genio Yves Saint Laurent, quien inspirado en un mercado de pulgas de Paloma Picasso, crea la colección de siluetas tomadas de los años 40 y causa una gran revolución.

En los 80 llegaron los baby boomers con ganas de ganar mucho dinero y rápido, bajo el lema “Work hard, play hard” , adoptaron otro lema que destacó en la época fue “Dresses for success” . Con ello buscaban proyectar una imagen ambiciosa que exteriorizara su actitud ante la vida. La silueta femenina se volvió a ver influenciada por la estética masculina a través de las hombreras; con ello sentían que irradiaban autoridad y poder.

El diseñador encargado de popularizar estas siluetas de hombros anchos fue Pierre Cardin, una de las mujeres que envió un mensaje fuerte a través de su vestuario fue la primer ministro británica Margaret Thatcher con sus trajes cruzados y con prominentes hombreras.

Esta pieza de gran carácter vuelve este 2020 desde las clásicas chaquetas hasta franelas básicas con la que solo se destaca el detalle de la hombrera. Lo que nos lleva a preguntarnos qué queremos decir a través de ellas. ¿Será fuerza y autoridad o solo es un guiño estético a épocas anteriores?

Alexandra Hidalgo
Disfruto del orden que habita en el caos de ahí mi amor por la moda, la fotografía, los libros y mis peleas con lo absurdo.
TendencyBook