¿No te parece que si has visto un vestido de novia los has visto todos? Me parece que no somos los únicos en tener esta sensación, ya que esta temporada los vestidos blancos están out porque lo que las nupcias demandan es el rosa en su estado más puro. ¿Le dices que sí al vestido? Vamos a averiguarlo.
Las novias más vanguardistas y arriesgadas están apostando por el rosado para dar el “sí”, y no estamos hablando de un rosa pálido muy tenue, no, nos referimos a tonos potentes no aptos para los más puristas del código de vestir y esto se lo debemos a la influencia del Barbiecore.
En materia de cortes y patronaje la tendencia es ir por los clásicos, es decir piezas de siluetas estructuradas, casi arquitectónicas; la simplicidad permite que el color sea aún más llamativo respetando el punto ceremonial de un evento de este tipo.
Un claro ejemplo de elegancia y potencia fue Olive Uniacke, quien eligió un tejido rosa 18 meses antes de sus nupcias en Londres, Uniacke trabajó junto a un modisto londinense para crear un vestido influenciado por el que utilizó Marion Cotillard, diseñado por Raf Simons cuando estaba al frente de Dior.
El proceso de elaboración tuvo sus altas y sus bajas, mientras se llevaba a cabo un contratiempo de peso no se hizo esperar, la tela había llegado defectuosa después de haber sido seleccionada tan meticulosamente por la novia, el paso más lógico hubiese sido sustituirla por otra, pero el director creativo de Valentino, Pierpaolo Piccioli, había utilizado todo el material, no por nada este color ya es clasificado como “PP” por Pantone.
El estilismo fue completado por la sobriedad, ni peinados elaborados ni exceso de maquillaje; la novia estuvo lista en 15 minutos lo que le permitió dedicarse a otras actividades.
Por otra parte, a esta tendencia se le han sumado otras novias como Anna Rhodes quien lució un vestido de Cecilie Bahnsen y Harriet Hall quien buscó además complementar el explosivo color con destellos de tul brillante.