Niños: tecnofobia, nativos y huérfanos digitales por Amadeo Cejas

Cavilar en torno a las nuevas tecnologías y su influencia en los niños, más aun siendo padre de una, supone el riesgo de mostrarse retrograda como hoy nos resultan varios ejemplos del pasado. Platón por boca de Sócrates, hace unos 2300 años, censuraba la propagación de la lengua escrita, con el argumento de que podía ir en detrimento de la memoria y el conocimiento1. Monjes benedictinos en el siglo XV se manifestaron en contra de la imprenta diciendo «Se imprimen sin vergüenza, a un costo insignificante, material que puede, por desgracia, inflamar a los jóvenes impresionables»2. También recibieron sus críticas por insuflar las formas, y mente de la gente, en detrimento de las costumbres de cada época, innovaciones tecnológicas como la radio, el teléfono y la “caja tonta”, así llamaron a la televisión convertida en la niñera sustituta de muchos hogares donde ambos padres inundaban el mercado laboral.

Si no se escoge con buen criterio la programación y no se limita el tiempo ante ella, descuidando otras actividades enriquecedoras, la televisión o la Web podrían terminar convirtiendo en tonto a su usuario

Internet, las redes sociales y los dispositivos que nos conectan a ella son los “sospechosos habituales” de estos tiempos. En la película El Circulo, a Mae Holland (Emma Watson), le toma demasiado tiempo reconocer los peligros de compartir toda su vida por internet para una empresa donde trabaja desde poco tiempo atrás y que usa eslóganes como: «la privacidad es un robo» y “los secretos son mentiras”.

Hace un tiempo llegó a mi celular un video donde una joven madre sostiene con una mano a su hija pequeña caminando a su lado y con la otra manipula un celular del que no aparta su mirada, previsiblemente la niña se suelta y toma un camino diferente al de su madre, se pasea enfrente de varios adultos que la ignoran absortos en sus pequeñas pantallas móviles, en paralelo, la madre, recobrada de su inmersión en las redes sociales por la angustia, pregunta a diestra y siniestra por su hija. Finalmente, una conductora joven que distrae su mirada en el teléfono de su acompañante atropella a la niña.

El riesgo es evidente, y no solo por el incremento de accidentes automovilísticos; es el grooming, el sexting, la pornografía, los spammers, los crackers, el pishing, la nomofobia, la ciberadicción, el cyberbulling, la internet profunda. Nuestros hijos se enfrentan a muchos riesgos. Abundan las tribus urbanas buscando adeptos a través de las redes sociales y, aislar o filtrar al máximo el acceso de nuestros hijos a la tecnología amenazante es una opción que no solo limitará las amenazas sino también su aprendizaje. En el pasado TFP (Tradición, Familia y Propiedad), la familia Manson, los Davidianos, el Templo del Pueblo, por dar algunos ejemplos, ganaron adeptos sin internet ni teléfonos inteligentes; cuando de pequeños nos advertían que no habláramos ni aceptáramos regalos de desconocidos, que cuidáramos con quien nos juntábamos y que mirásemos para ambos lados al cruzar la calle, nos estaban preparando para el entorno en el que nos desenvolveríamos como adultos, hacer lo mismo con nuestros hijos y la tecnología, es actuar igual que nuestros padres.

El haber nacido en tiempos de internet y manipular desde bebés dispositivos “conectados” no convierte a los niños en eruditos, ni que sepan lo que hacen o a lo que se enfrentan; como se lo explico a mi hija cuando le hablo de la “caja tonta”; no hija, la televisión no era tonta, si no se escoge con buen criterio la programación y no se limita el tiempo ante ella, descuidando otras actividades enriquecedoras, la televisión o la Web podrían terminar convirtiendo en tonto a su usuario.

Los llamados nativos digitales, sin la guía apropiada solo son ávidos consumidores de contenidos sin mayor provecho. Que Emma Watson en el papel de Mae se dejara seducir por una empresa para invadir su privacidad hasta afectar negativamente a seres queridos y a ella misma, no es un problema asociado solo a la tecnología; como tampoco lo fue el intento de asesinato en 2014 cometido por dos niñas de 12 años contra una tercera niña en Wisconsin, ”obligadas” por Slenderman, una leyenda urbana que se originó como una creepypasta (historias cortas de horror recogidas y compartidas a través del Internet); más aún, muchos de los problemas de ciberseguridad a los que nos enfrentamos, derivan claramente del desconocimiento.

La recomendación es poner énfasis en informarse, buscar asesoría, estudiar y dedicar tiempo a mantener una comunicación fluida con nuestros hijos al respecto, sin delegar nuestra responsabilidad en los “juguetes” que les regalamos.

Por Amadeo Cejas

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