Pasarelas a ritmo de merengue por Mayte Navarro

La capital primada de América, Santo Domingo, ratificó su voluntad de enarbolar la bandera de la moda en el Caribe. Este año celebró su edición número doce bajo la tutela de su creador, Sócrates Mckinney, quien junto a Fidel López y Mirka Morales son los responsables de Dominicana Moda.

Durante cuatro días se presentaron diseñadores locales que junto con invitados internacionales como la colombiana Silvia Tcherassi, encargada de cerrar esta pasarela caribeña; Marisol Castillo de Nicaragua; María Bendeck, de Honduras;  David Antonio y Jaer Gabán, ambos de Puerto Rico, ampliaron la estética latinoamericana del fashion. También hubo cabida para los creadores emergentes y para los estudiantes de  la escuela de diseño Altos de Chavón, una de las más importantes del continente. Estos jóvenes prospectos ofrecieron una propuesta madura y osada, que reveló el dominio del patronaje y el ensamblaje.

Los emprendedores encontraron un espacio en Dominicana Moda que tuvo como escenario la carpa Oscar de la Renta que se instaló en la Fortaleza Ozama, construcción que data del siglo XVI. Otras  zonas de la Ciudad Colonial, Patrimonio de la Humanidad, se sumaron a esta celebración, enmarcando los desfiles en un escenario rico en historia y arquitectura. Al mismo tiempo pudo verificarse como la ciudad influye en sus creadores, quienes tomaron como referencia a personajes históricos y a elementos de la construcción para desarrollar su propuesta. Mientras que Leonel Lirio, ovacionado por su público, se nutrió de la personalidad de María de Toledo, esposa del Diego de Colón, para mostrar un trabajo barroco y teatral,  José Jhan tomó como referencia al playboy dominicano de los años 50, Porfirio Rubirosa, con piezas cargadas de seducción y sensualidad, además de una cierta nostalgia. Linos y sedas protagonizaron esta pasarela que se presentó en la Plaza Padre Bellini.

Una de las colecciones más equilibras fue la de Camila, firma que dirige Alba Luz de Abreu, en complicidad con su familia. Inspirada en África, le dio el nombre de Tribu, con el predominio de  estampados étnicos, flamencos negros y pájaros rojos, amarillos, blancos, kakis, marrones y verdes. Si bien hay cortes arriesgados también hay un apego por lo tradicional, por lo que esta colección 2018 puede llevarla cualquier mujer. Camila es una de las marcas bandera de República Dominicana.

Mientras los diseñadores hombres presentaron propuestas sofisticadas, trabajaron la sensualidad, la proveniente de creadoras mujeres se mostró práctica, alegre, dedicada a una mujer activa y profesional. Los primeros jugaron con textiles más pesados y elaborados, incluso se vio el crochet como es el caso de Ariel Encarnación, quien hace uso de esta técnica desde sus comienzos. Ellas jugaron con algodones y transparencias; se adueñaron de  pliegues, volantes y drapeados, aferrándose al espíritu caribeño. Dentro de esta tendencia hay que ubicar a Carlos de Moya, quien contó en sus estampados la historia de los azulejos que adornan muchas casas coloniales dominicanas.

Completaron la agenda, los atuendos para la playa, que en República Dominicana resultan obligatorios pues es uno de los destinos que atrae al turista.

Esta nueva edición de Dominicana Moda tiene un saldo positivo por su apertura internacional y tener conciencia que es una industria que no sólo alimenta la coquetería sino que genera empleos y divisas.

Por Mayte Navarro

Mayte Navarro
Periodista, amante de la moda, los animales, el cine, los libro y de todo aquello que produzca placer. Lo efímero es un ejercicio
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