3 grandes crímenes en el mundo del vino

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¿Creías que el mundo del vino era solo glamour y disfrute? Mira estos tres incidentes que son un triste recordatorio que lo peor de la naturaleza humana se manifiesta incluso en sus expresiones más sublimes:

  1. La Gran Estafa. En este caso no se trata del grupo dirigido por George Clooney sino de la forma como el indonesio Rudy Kurniawan, bajo la premisa de haber descubierto una guarida con decenas de grandes vinos del mundo, en especial de la Borgoña, inundó el mercado de Los Ángeles y Nueva York de falsificaciones que en general elaboraba en su casa, mezcla de algunos vinos europeos y cosechas más recientes de vinos estadounidenses, con un cuidado proceso de etiquetado que llegó a engañar incluso a expertos en las casas de subastas. La fama de Kurniawan hasta que su carrera llega abruptamente a su fin cuando el coleccionista Bill Koch y el productor de Borgoña Laurent Ponsot comienzan a descubrir irregularidades en los vinos ofrecidos y se desencadena el proceso judicial que concluyó en diciembre de 2015 con una condena de 10 años por fraude. Su periplo está narrado en el documental Sour grapes.
  2. El hombre que casi acaba con la leyenda de Romanée-Conti. Aubert de Villaine, responsable de una de las propiedades más veneradas del mundo del vino, comenzó a recibir mensajes exigiendo un pago para evitar que se envenenaran a sus antiguas parras en la Borgoña. Tras ignorar los primeros contactos, la amenaza se hizo real: en un nuevo mensaje se señalaban dos plantas que habían sido envenenadas, de Villaine las mandó a evaluar y entendió que era el momento de llamar a las autoridades. Bajo control policial se hizo entrega de una remesa falsa de euros y se pudo capturar a Jacques y Cédric Soltys, a la par de descubrir que habían intentado repetir la extorsión con otros bodegueros de la región. Un excelente repaso de este crimen se encuentra en el artículo The assassin in the vineyard de Maximillian Potter.
  3. El vino de Jefferson. Hardy Rodenstock, un coleccionista alemán, deslumbraba con su colección y las catas que ofrecía a invitados tan selectos como Michael Broadbent, Jancis Robinson y Robert Parker, y no era extraño que algunas de las botellas fueran del siglo XIX. Por eso, cuando vendió en subasta botellas que teóricamente pertenecían al presidente de los Estados Unidos Thomas Jefferson, logró convertirlas en uno de los iconos de los coleccionistas del mundo del vino. Pero cuando en 2005 el multimillonario Bill Koch quiso exhibir en una exposición de su vasta colección de arte sus botellas, un instituto dedicado al legado del político afirmó que no parecía probable que esas botellas hubieran estado en momento alguno en poder del presidente. Con esta base, Koch contrató a un conjunto de investigadores que han demostrado que ciertos grabados en las botellas parecen realizados con herramientas del siglo XX. Aunque Koch compró las botellas a una casa especialista en vinos raros en Chicago, el origen de las mismas es Hardy Rodenstock quien nunca ha querido explicar quién se las vendió por lo que todavía se desarrolla un juicio al respecto. En la actualidad se encuentra en desarrollo una película, The Billionaire’s Vinegar sobre el caso y se puede leer la nota The Jefferson Bottles en The New Yorker.
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