50 Años del «Mayo Francés»

A los lectores más jóvenes les convendría obtener información sobre el «Mayo Francés». Los más desprevenidos podrían confundirse con el mal característico del mes, que pone de “chorro a coliseo” a gente con estómagos melindrosos; o la infección de transmisión sexual conocida como la “enfermedad francesa”. ¡Nada que ver!

En el mayo francés de 1968 hubo una huelga general obrera y una revuelta estudiantil en París que predicaba la utópica ilusión de felicidad colectiva, pero lo que sí fecundo con éxito fue una serie de movimientos -feministas, ecológicos, antirracistas- de liberación cultural en Europa y el mundo. Las crónicas de ese año reportan hechos violentos, como la invasión de los tanques soviéticos, que puso fin a la florecida Primavera de Praga en libertad; hubo grandes manifestaciones contra la guerra de Vietnam; los asesinatos del líder del movimiento negro, Martin Luther King y del senador Robert Kennedy,  que fue un pilar para el movimiento Afro-estadounidense por los derechos civiles.

Recuerdo muy bien esos días porque recién ingresaba a la escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela, que era un jolgorio de greñudos con tumusas tipo afro y camisas de bacterias. Muchos de mis compañeros pertenecían al movimiento hippie o bajaban de las montañas despojados sin sus fusiles de guerrilleros para acogerse a la política de pacificación. En aquellos años, el que no tuvo una debilidad “ñangarosa” era “comeflor” o “hare krishna”. De eso yo no cojeaba, nunca le rendí culto al Che Guevara, no solo por su  fobia a la democracia, sino al jabón y  al desodorante. Tampoco soportaba el olor de las varitas de incienso, ni el de la marihuana, no aceptaba la liturgia del ácido lisérgico que se había adueñado del rock, no me terminaban de entusiasmar los Beatles y mucho menos soportaba las canciones de la Nueva Trova Cubana, !las detestaba!

Prefería oír  Yellow Submarine  o  Let It Be antes de escuchar a Silvio Rodríguez o Pablo Milanés con sus coplas revolucionarias mezcladas de marxismo-leninismo. Mis ídolos musicales eran la Billo´s Caracas Boys y Frank Sinatra. El único ritmo juvenil que baile fue el “twist” y  mi himno personal era la Tómbola, que cantaba la española Marisol: “la vida es una tómbola, tom… tom… tómbola”. En la clase me veían como una extraterrestre en minifalda. Tenían razón. !No estaba en nada!

La década de los sesenta siempre regresa con sus expresiones artísticas: la obra del  rey  del Pop-art, Andy Warhol, ha sido una de las más influyentes de la modernidad, sus serigrafías de latas de sopa Campbell, o de Marylin Monroe, Mickey Mouse, o Mao Zedong se cotizan hoy en millones de dólares. El gobierno chino llegó a  vetar  una muestra de Warhol con retratos  del líder comunista por considerarla irrespetuosa. Mao fue uno de los gurús de la revuelta estudiantil de mayo del 68, su sombra influyó incluso en la moda unisex, con el traje de cuello Mao  que causó furor.

Cincuenta años son más que suficientes para que las modas regresen y se conviertan en “revival”, un término a medio camino entre las cosas que son recordadas y trasplantadas al presente, que se recrean y  vuelven actuales. No se cómo pude deshacerme de los accesorios de esa época que han vuelto de moda. En 1965 la diseñadora británica Mary Quant sacó la minifalda al mercado y promovió a una mujer  de aspecto andrógino, como la modelo Twiggy, flaca como un espárrago frío pero con unos  grandes y expresivos ojos, resaltados por varios pares de pestañas postizas. Pero aquel año también fue excepcional porque se promovió la liberación sexual, que pregonaba hacer el amor y no la guerra. La revolución sexual de los 60 fue posible gracias a la píldora anticonceptiva, que evitó millones de embarazos no deseados, aunque significó un pecado mortal para el catolicismo. El Papa Paulo VI, en una polémica encíclica, Humanae Vitae, de ingrata recordación, condenó el uso de los anticonceptivos. Aquel documento provocó una santa indignación en medio mundo que siguió disfrutando de la sexualidad  sin remordimiento alguno.

El mayo francés  es una efemérides  gloriosa que vale la pena recordar, tal vez vuelvan también las ilusiones de felicidad colectiva y el afán por un mundo mejor por el que combatieron aquellos jóvenes parisinos  que nos inspiran a mantener vivo el maravilloso fuego de la imaginación.

Por: Marianella Salazar 

Marianella Salazar
Periodista venezolana. Productora Independiente. Locutora. Columnista del diario El Nacional.
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