Todos en algún momento por muy enfocados que estemos en algo dejamos para después algunas actividades importantes sustituyéndolas por otras nimiedades, obteniendo consecuencias negativas. Hay quienes no pueden evitarlo, esas personas por lo general son unos optimistas del tiempo y para ellos es esta nota. A veces la procrastinación puede ser productiva.
Hay un ensayo escrito por el profesor de Stanford, John Perry, en el que revela que quienes procrastinan con cabeza son mucho más productivos, ya que casi nunca están haciendo “nada”. La idea radica en agarrar impulso para desarrollar otras tareas más complejas, es decir podemos pagar facturas, hacer recados, limpiar… en fin pequeñas tareas que te desvían de eso importante, pero estaremos haciendo algo con propósito.
También podemos utilizar la procrastinación para ser seres mucho más creativos, por lo general dejamos para el último momento tareas que consideramos tediosas o muy difíciles, entonces por qué no oír lo que tiene que decirnos el aplazamiento, ¿cómo podemos hacer esa tarea más sencilla? ¿Es mala idea hacerla? El buscar soluciones de desarrollo nos evita la ansiedad y desarrolla nuestra creatividad.
Procrastinar puede ser una actividad cronometrada, en vez de tomar descansos interminables podemos ponerles un tiempo limitado, de esta manera, siendo conscientes de los tiempos de descansos nos ayudará a relajarnos pero no enfriará nuestro ímpetu para hacer lo que debemos. El ser humano tiene mayor cantidad de energía durante ciertas horas del día, entonces podemos aprovechar el tirón en estos momentos y dejar nuestra procrastinación para nuestros momentos de bajón.
En conclusión, siempre pensamos que este era un mal hábito que no nos dejaba desarrollar todo nuestro potencial, pero tal como pasa con otras cosas de la vida podemos utilizarlo a nuestro favor de manera que sin darnos cuenta aprovechemos todo el día, desde hacer pequeñas tareas hasta convertirse en una forma de descanso de lo que estamos haciendo. ¡La clave está en ser organizados!