Viajando por la moda: La crisis y los años 30

La década de los años 30 inicia con la caída de la bolsa en New York, suponiendo una gran crisis para la economía mundial y un hecho que influiría drásticamente en la vida de todos. Los creadores tuvieron que ajustarse a las nuevas necesidades buscando materiales más económicos, confiriéndole a la década mucha austeridad.

Como bien sabemos, la moda es un reflejo fiel de la sociedad y la economía, razón por la cual ella tampoco logró escapar de esta realidad; dejando la jovialidad y la deportividad de los 20 a un lado, para dar lugar a una feminidad más tradicional y elegante. Las formas angulosas cambiaron para convertirse en líneas más sinuosas, el largo de las faldas ganó algunos centímetros y los cabellos cortos crecieron para lucir suaves ondas y recogidos intrincados. La mujer de la época entalló su cintura y sus sombreros se convirtieron en modelos de fantasía.

Viajando por la moda: La crisis y los años 30

El año 1932 trajo consigo la cota más alta de la crisis con 30 millones de desempleados a nivel mundial; haciendo que muchos sectores de la población europea encontraran en el discurso nacionalista y fascista un modelo atractivo para dar una salida a la crisis y a la miseria.

El papel de la mujer constituyó uno de los puntos centrales de estas ideologías en el sentido más arcaico, ya que la colocaba de nuevo en el hogar, cuidando de los niños y siendo un soporte para sus esposos.

A principio de los años 30, la moda seguía marcada por los dictámenes de París. Sin embargo, a medida que pasaban los años, Alemania e Italia empezaron a fortalecer la industria textil nacional fomentando las formas de vestir tradicionales. Esto supuso un retroceso desde el punto de vista emancipador de la mujer, al menos hasta que la guerra empezó y convirtió a la mujer en la principal fuerza laboral de la creciente industria armamentista.

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Pero mientras esto sucedía, Alemania popularizaba los trajes regionales en oposición a los dictámenes parisinos, ya que para la nueva visión alemana, esta era símbolo de decadencia.

La moda y el cine

El cine siempre ha sido un canalizador de la moda mundial y para nuestros años 30, esto no fue la excepción. La década dio lugar a una nueva manera de hacer cine a través del innovador cine sonoro. A través de este nuevo formato, los televidentes se sumergían en una experiencia más nítida. La moda, como era de esperarse, debía adecuarse a esta nueva forma de entretenimiento.

Ya no bastaba el guardarropa común del cine de los 20, donde las mujeres usaban la misma ropa en los films y a diario. Durante los 30, el vestuario pasó a ser un elemento fundamental de la obra, en donde se requería producir prendas ajustadas a cada escena y al perfil de cada actor en particular. Así, grandes mujeres de la industria, como Lil Dagover, representaron caracteres que iban de la dama a la mujer virtuosa, o como Lilian Harvey, que se inclinaba hacia una figura de mujer aniñada, pero en ningún caso se representó el modelo andrógino del decenio anterior.

Dada esta realidad, el cine ya no solo adoptaba la moda dominante de su entorno, sino que también ahora la creaba. La prestigiosa diseñadora Elsa Schiaparelli fue la primera en darse cuenta del increíble potencial que yacía en el cine como escaparate para la moda declarando que “la ropa cinematográfica del presente, será la moda del mañana”.

El cambio en la estética

El cambio de forma que tanto caracterizaría a la década inicia su gestación en 1929. La concepción estética de la feminidad continuaba representándose en la figura delgada, pero ahora buscando recordar la estética de las estatuas griegas clásicas, cuya máxima representante era Madame Grès. Esto se logró colocando el entalle en su posición natural, marcando la cintura a través de cinturones de piel o tela, otorgándole a la mujer una estética tipo “reloj de arena”.

Las faldas, gracias al imaginario de grandes diseñadores como Jean Patou, ganaron algunos centímetros de largo oscilando entre las rodillas y las pantorrillas, dándole de esta forma un aspecto especialmente elegante.

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El vestido princesa, por su parte, contribuyó a extender el nuevo ideal de figura. Se caracterizó por ser de una pieza, estrecho y cerrado que llegaba hasta la pantorrilla, con un cuello cerrado que podría ser adornado con un lazo o con un cuello pequeño. El mismo vestido de noche podía llevarse con un escote profundo. En estas ocasiones, su largo llegaba al suelo, pudiendo terminar a veces en una pequeña cola, confiriendo así una apariencia majestuosa.

En 1934, surgieron las primeras telas elásticas de latex, aunque sin poderse comparar a las utilizadas a finales de los 90. Esto abrió nuevas posibilidades de confección ya que sus propiedades permitieron olvidarse de los cierres en algunas prendas.

En los años 30 se impuso la combinación de falda y blusa por resultar más práctica durante el día, sobre todo para aquellas mujeres que trabajaban en oficina. Apareció también el bolero de la mano de Elsa Schiaparelli, quien lo convirtió en una prenda indispensable.

Para finales de la década, la línea de la moda se había vuelto más seria y funcional; por un lado condicionado por la escasez de materiales, pero también por la influencia de la ropa militar, convirtiendo la ropa de noche en la más ostentosa (incluso para los 20). Así, ésta se caracterizaba por amplias faldas largas, acompañadas por la parte superior de un entalle más estrecho. En algunos aspectos, estos vestidos alegres anticipaban el New Look que Christian Dior lanzaría años después.

Los nombres de los diseñadores más destacados de la época eran: Madame Grès, Madeleine Vionnet, Nina Ricci, Jean Patou, Coco Chanel, Elsa Schiaparelli que trabajaría junto a Dalí, Marcel Rochas y Cristóbal Balenciaga.

Estas son algunas formas en la que la actualidad ha adaptado lo mejor de esta década.

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Viajando por la moda: La crisis y los años 30
Alexandra Hidalgo
Disfruto del orden que habita en el caos de ahí mi amor por la moda, la fotografía, los libros y mis peleas con lo absurdo.
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