El vino más extraño que haya tomado

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Compartimos esta pequeña anécdota en torno al vino que ya cumple 10 años desde que ocurrió.

No, no es de una región remota, de hecho, es Don Melchor, el conocido cabernet chileno.

Era miércoles en la noche, estábamos en las afueras de Bogotá, en la casa de Andrés, el creador de Andrés carne de res.

Hacía frío. Una gripe incipiente que tenía desde antes de tomar el avión en Caracas esa misma mañana había empeorado tras la jornada de trabajo en Bogotá. Justo al entrar a la casa me acerqué a una chimenea en una de las paredes de la sala.

Comenzamos la conversación que nos había llevado a aquella visita: la participación de Andrés en el Salón Internacional de Gastronomía 2011. Muy rápido él decidió que mejor que agua nos podía ofrecer vino. Eligió el Don Melchor.

La empleada doméstica trajo las copas en las que beberíamos. Eran amarillas. Yo estaba pegado a la chimenea y tratando de seguir la conversación laboral. Y en cualquier caso no hubiera pedido copas transparentes.

Llegó el vino, se sirvió y sin dejarlo casi oxigenar estábamos brindando. Por deformación profesional quise ver el vino a través del plástico amarillo. El color verdoso arruinaba en parte el gusto. Pero en nariz las ciruelas maduras, el chocolate y la pimienta me recordaban que era Don Melchor.

Era y no era Don Melchor. Pero sí era el vino más extraño que había probado hasta el momento y, por cierto, no ha perdido esa condición.

La botella, la conversación y el encuentro terminaron, la noche de Bogotá empeoró mi gripe al punto que tras regresar a Caracas al día siguiente necesité tres semanas de reposo.

Y nunca he olvidado ese vino y esa copa amarilla.

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